jueves, 5 de julio de 2007

H...

Estaba sumida en la ceremonia que antecede al estudio: subrayar títulos, leer índices, contar hojas, mirar el reloj, y finalmente empezar por calentar más café. Tomé una de mis impecables hojas blancas, elegí cuidadosamente un marcador para escribir aquel título que fatalmente empezaba con H. Ese fue mi final.
Nadie podría haber sospechado nada de una hache mayúscula, imprenta, rosada. Luego de crearla noté que había quedado medio torcida, entonces la empecé a remarcar con paciencia, y la hache fue creciendo silenciosamente a cada trazo, invadiendo sutilmente el gran espacio blanco. De repente éramos ella o yo. Nunca pensé que íbamos a llegar a tal extremo, hacía unos minutos era una letra chiquitita, rosada, despareja. Pero ahora era una enorme hache, sola en su hoja blanca, el resto de la palabra de la que hubiera formado parte nunca existió. Yo la miraba crecer, pero no podía hacer más que remarcarla, hipnotizada, idiotizada. Ahora sé que debería haberla tachado mientras tuve la oportunidad. Lentamente todo a mi alrededor se empezó a volver blanco y el límite del papel se alejaba hasta que llegó un momento que dejé de verlo. Todo blanco y una hache gigante. H. Claramente había sido creada para el salto en alto. Ese había sido su destino desde el inicio de los tiempos, pero nunca jamás nadie la escuchó. Los dioses la habían condenado al silencio; pero ahora yo la escuchaba y lo único que ella quería era que yo la saltara, cumplir su función y morir en paz. Me alejé de ella, tomé carrera y usando mi marcador intenté complacerla para acabar con esta pesadilla. Obviamente fracasé un par de veces y a la tercera tiré el puto marcador y seguí corriendo, pasé entre las columnas, por debajo de la barra horizontal y me perdí....